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Amerizaje de la nave Teatra en los sótanos del Museo. Foto: José Luis Raymond

El público. Los asistentes al acto -vestidos de negro- esperan a la entrada del Museo, que se forme la comitiva guiada que los conducirá hasta el recinto donde habrá de realizarse a oscuras la Presentación de Teatra. Foto: Vladimir Espina.

Eduardo Arroyo, maestro de ceremonias espera a los invitados, junto a las puertas del Montacargas del Museo, con zapatos amarillos, bastón de puño blanco y la nueva Teatra en sus manos. A su espalda y sobre el suelo, pueden verse los ejemplares de la revista que sostendrán los miembros de Teatra. Foto: Vladimir Espina.

La dramaturga Margarita Sánchez observa a través de los círculos de papel perforado el advenimiento de Teatra. Foto: Vladimir Espina.

Arroyo mira y muestra a Teatra al público, iluminado por una hurí azafata. Foto: Vladimir Espina.

Ernesto Caballero y Juan Manuel Sánchez, tocados con sendas linternas de minero encendidas, durante el transcurso del acto. Foto: Vladimir Espina.

Arroyo estampa su firma sobre las portadas de las revistas que sostienen los miembros de la redacción de Teatra. (De izq. A dcha.: Juan Manuel Sánchez, Juan Antonio Vizcaíno, José Andrés Rojo, Blanca Suñán, Ignacio García May. Foto: José Luis Raymond

Javier Vallejo tocado con linterna de minero a la cabeza, muestra su ejemplar recién firmado por Arroyo. Foto: Vladimir Espina.

Cierre de las puertas de la nave Teatra antes de su despegue (1). Foto: Morgana Vargas Llosa.

Cierre de las puertas de la nave Teatra antes de su despegue (2). Foto: Vladimir Espina.

Cierre de las puertas de la nave Teatra antes de su despegue (3). José Luis Raymond.

Hurí azafata indicando al público cómo repartirse en el Montacargas. A la izquierda, con gafas oscuras, la periodista Rosana Torres. Foto: Vladimir Espina.

El público saliendo del Montacargas del Museo (o nave de Teatra), a su llegada a la 4ª Planta, donde habría de servirse el refrigerio negro. Foto: Vladimir Espina.

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Tarjeta de presentación de Teatra 11

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Trasera de la tarjeta de presentación de Teatra 11

Y la nave de Teatra descendió sobre el museo

Juan Antonio Vizcaíno

El amerizaje de los hombres de Teatra en los sótanos del Museo Reina Sofía de Madrid se produjo en el invierno de 1996. Su nave Redactoria descendió hasta el subsuelo, precisamente junto a las estancias de Ataulfo, el famoso fantasma que ven los trabajadores del Museo, sus vigilantes y parece que hasta sus perros.

Los feligreses de Teatra, vestidos de luto riguroso, descendieron escaleras y atravesaron naves a oscuras, como en un Vía Crucis por las catacumbas del Templo del arte; sólo el latigazo de luz de dos linternas guiaba a la comitiva hasta el lugar de encuentro.

El descendimiento en colectividad al subsuelo, a la par que merma la visión, aviva los instintos. Nuestro público nunca estuvo más vivo y sensitivo que en aquella presentación en tinieblas.

Arroyo lucía como un sol con sus zapatos amarillos dentro de aquel montacargas de acero inoxidable. Ficharlo para nuestra presentación en el Museo, (durante la celebración de ARCO), fue todo un emblema de la vocación artística que había profesado siempre esta revista.

Dio instrucciones el pintor a los asistentes, para que abrieran los sobres que les habían sido entregados a la entrada, y extrajeran de ellos dos círculos de cartulina plateada, a través de cuyos orificios podrían ver el acto como se mira a un eclipse.

Pronunció sus palabras el maestro Arroyo, mostrando al público la nueva Teatra, afirmando que se trataba de una revista insólita; que no había otra como ella en el mundo, y que su valor radicaba en ser extraordinaria. Por último, estampó su firma sobre la portada de las revistas, que mostraban a su espalda, los miembros de Teatra.

Y tras esta rúbrica colectiva, (iluminada imprevistamente por los flashes de las cámaras), volvieron a encerrarse los ocho en el montacargas, que habría de conducirlos hasta la cuarta planta; donde recibirían a sus invitados, para agasajarles con un ágape de viandas y bebidas tan negras, como la ceguera con morcilla.

En grupos de 60 fueron subiendo los asistentes, desde los sótanos hasta los miradores de cristal de la torre del montacargas. Desde allí se divisaban los tejados y las torres de Lavapiés, con las luces titilando sobre el horizonte.

Es justo recordar que alrededor de 300 asistentes al acto se quedaron en la plaza sin poder entrar a participar en el acto. Llegó a plantearse realizar un segundo pase de la presentación, como si fuese una comedia de la ceguera, que se representase en un teatro apagado, en sesión de tarde y noche. El Jefe de Seguridad del Museo, y el de restauración nos disuadieron de hacerlo. Teatra había desbordado con creces todas las expectativas.

Esquema de la presentación de Teatra 11

Teatra

Los invitados -vestidos de negro- acudirán a las 20:00h a la entrada principal del MNCARS donde los recibirán dos azafatas. Una les indicará la zona de reunión, en torno al ascensor-torre más cercano a la cafetería. Otra de las azafatas les entregará un sobre a cada uno de los asistentes.

En torno a las 20:15, una vez formado el grupo de invitados, las dos azafatas se dispondrán a conducirlos al lugar del acto: el sótano a la bajada del montacargas.

TRAYECTO.- El trayecto concebido recorre más trayecto del inicialmente establecido - por razones de intensidad dramática-

1) Se descenderá por la mencionada escalera de la torre-ascensor, hasta alcanzar la galería que une este extremo del museo con la zona de mantenimiento y talleres. Todo el trayecto hasta el lugar del acto deberá realizarse a oscuras, una azafata a la cabeza y otra a la cola, con sendas linternas. El grupo atravesará igualmente el pasillo de talleres -también a oscuras- aunque en cuanto el cortejo teatrario alcance su meta, podrán volver a encenderse.

2) En el lugar de la presentación, al pie del gran montacargas trasero del Museo, se encontrará Eduardo Arroyo, a oscuras, esperando al grupo de invitados. Las azafatas iluminarán solamente sus zapatos -color amarillo- y se dirigirán al grupo, iniciando el acto; las azafatas iluminarán a Arroyo.

3) En un momento dado, Arroyo indicará al público que abra sus sobres, saque los círculos que contienen, busquen el perforador del sobre y hagan sus agujeros en el centro de los círculos de papel (amarillos y plateados) como el que se dispone a contemplar un eclipse. El público se observará entre sí -a instancias del presentador- y posteriormente su mirada será dirigida al montacargas.

4) Los ocho miembros de la revista TEATRA descenderán en el montacargas, ataviados con una linterna de minero en la cabeza. El grupo aparecerá al abrirse las puertas con la mirada puesta en el suelo; tras un aviso de Arroyo, dirigirán las luces de su cabeza hacia el público que los observa a través del papel perforado.

5) Arroyo realizará la presentación del acto. En el suelo del recinto se habrán dispuesto ocho ejemplares de la revista TEATRA (número Once) que en un momento dado serán iluminados por la luz de la espeleología.

Como colofón del acto, Arroyo estampará en cada una de las ocho portadas de TEATRA (recogidas previamente por cada uno de los miembros de la redacción) para que Arroyo dibuje en cada una de ellas los siguientes caracteres: TEATRA 11, E. Arroyo.

6) Finalmente, el presentador entrará en el montacargas junto con los miembros de Teatra, y desaparecerán ante la vista del público, para esperar a sus invitados en la cuarta planta, junto al mirador acristalado del montacargas, donde se servirá un refrigerio.

En este lugar, se habrá instalado un punto de venta con revistas Teatra.

Reseñas de Prensa



La presentación de la revista Teatra exige luto riguroso

El País
Madrid, 9 de Febrero de 1996

Los aficionados a la escena y a las curiosidades culturales tienen hoy una cita en el Museo Centro de Arte Reina Sofía, donde se presenta el número 11 de Teatra. El requisito es ser puntuales y vestir de negro. En esta ocasión, la revista, nacida hace 12 años en la Escuela de Arte Dramático y que sus editores prefieren definir como "una puesta en escena impresa", está dedicada a la ceguera en todos sus aspectos. La ceguera física, la ceguera social, la incapacidad de ver lo que hay por encima y por detrás de la repetitiva realidad cotidiana, tienen un lugar en esta publicación de periodicidad anual, que incluye en este número ocho piezas de teatro radiofónico, "el único que sólo se escucha, que no se puede ver", aunque se pueda leer, como en este caso.

El sótano del Reina Sofía ha sido el lugar elegido para la presentación, un marco adecuado para el "viaje a la oscuridad" al que están invitados todos aquellos que puedan ser puntuales a la cita y —esto es imprescindible— acudan vestidos integralmente de negro. "También pueden venir maquillados de oscuro", afirma un organizador.

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Oscuridad para unos pocos escogidos

Tropezones y apreturas durante el viaje a la ceguera en la presentación de la revista Teatra

Lila Pérez Gil - El País
Madrid, 11 de Febrero de 1996

Muchos los llamados y pocos los escogidos. Tal como prometieron los organizadores de la presentación del número 11 de la revista anual Teatra, el viernes a las ocho de la tarde en el Museo Reina Sofía, quienes acudieron puntuales pudieron viajar con ellos a las catacumbas de la oscuridad. Cerca de 150 personas vestidas de negro de arriba abajo, llegaron a su destino, un lúgubre sótano donde se recreaba el tema central de la revista, la ceguera. Las demás, las que llegaron tarde, aunque también vistieron luto, no pudieron rebasar a los encargados del museo, agobiados por una cantidad de gente que no se esperaban.

Los escogidos recorrieron obedientes los largos pasillos que llevan al sótano, iluminados tan sólo por los temblorosos haces de luz que proyectaban hacia el techo un par de linternas. Una vez allí, unos sentados y los más de pie, siguieron las instrucciones del pintor Eduardo Arroyo.

Abrieron los sobres que les fueron entregados al llegar, y encontraron un par de cartulinas circulares y un palillo. "Tenéis que hacerles un agujero en el centro con el palillo, y mirar a través", indicó Arroyo. Entonces, mientras la gente hacía esfuerzos casi inútiles por ver algo —porque de eso se trataba, de no ver nada, como los ciegos— se abrieron las enormes puertas de acero del montacargas y se hizo la luz. De él salieron, como extraterrestres de una nave, los ocho creadores de la revista, cada uno con una linterna de médico adosada a la frente.

Mientras Arroyo explicaba los contenidos y el diseño del número, los ocho se colocaron detrás de él, cada uno con un ejemplar a sus pies. Sus tenues luces iluminaban las revistas y los asistentes. Por detrás, algunos reían nerviosos en la oscuridad, incapaces de distinguir lo que pasaba en una marea de cabezas oscilantes.

Finalmente, Eduardo Arroyo construyó sobre las portadas de los ocho ejemplares la leyenda "T-e-a-t-r-a-1-1", y estampó su firma. Los invitados llenaron por tres veces el montacargas, reservado para viajeros tan excelsos como el Guernica de Picasso, para tomar la cuarta planta y disfrutar de un refrigerio "negro": canapés de caviar, morcilla y aceitunas negras regadas con vino tinto muy oscuro, cerveza negra y cocacolas.

"Lo de las cartulinas con agujerito ha sido muy sugerente", comentó una joven economista, "todo se veía como velado, hacías el esfuerzo por enfocar y sólo conseguías distinguir algo si te dejabas ir". "Es muy difícil que un vidente se imagine la ceguera", dijo un psicólogo, "y creo que un viaje como éste bien puede servir como acercamiento a ese mundo donde lo obvio no salta a la vista".

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Volver a la vanguardia

Ignacio Amestoy Egiguren - Diario 16
1 de Marzo de 1996

(...) Recientemente, en el mismo Centro de Arte Reina Sofía, un conjunto de artistas, unidos en torno a las páginas de una revista que ya tiene un sitio de excepción entre las publicaciones culturales del país, Teatra, organizó una acción - ¿o, le llamamos performance? -, para presentar su último número 'el once' dedicado a la ceguera, claro; o sea, oscuro.

El pintor Eduardo Arroyo fue el sumo sacerdote de la reunión que tenía como liturgia la utilización del gran ascensor de obras de arte - en el que en su día se ascendió a los cielos del Reina el Guernica de Picasso - para, en completa oscuridad, trasladar a los asistentes, en una 'misa muy negra', de los sótanos del museo a sus azoteas.

Los diáconos de Arroyo fueron Juan Antonio Vizcaíno - director y conductor de Teatra -, Alfonso Armada, Juan Manuel Sánchez, Javier Vallejo, Ernesto Caballero - ¿se perdieron su Mirandolina con Gabino Diego? -, José Andrés Rojo e Ignacio García May, nombres de ese teatro nuestro renovado y renovador que ya ha dejado de ser alternativo - por favor, qué obsesión esa de cuidar el margen - para ser la alternativa.

Los de Teatra, como infinidad de creadores jóvenes de este país, lanzan su mirada hacia las vanguardias y, desde este posmodernismo que nos envuelve, claman por volver a las andadas, como Zaj. Nada, que regresa la vanguardia. Para 'volver a ver'. Dicen. No hay más remedio.

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Puro teatro

Leopoldo Alas - El Mundo
Febrero de 1996

Todos los sentidos abiertos debíamos tener, según dijo una de las estrictas azafatas que, el viernes de la semana pasada, nos guió con linternas por los sótanos del Reina Sofía hasta el montacargas donde aguardaba Eduardo Arroyo para presentar a oscuras el número 11 de la ya histórica revista Teatra, que cada vez que sale es un acontecimiento. Algunos, como Carla Cremer, no tuvieron paciencia para soportar la cola previa a esta acción espectacular de retro vanguardia cultural, que todavía me pregunto si fue un "happening" o una "performance". Se me pasó el tiempo charlando con Manu Beráustegui. Y el gran actor Arroyo lamentó que no lleváramos bastones blancos.

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Eduardo Armada